sábado, 4 de mayo de 2013

El parto y la noticia no esperada.

          El 25 de octubre de 2012, nació Alma. Luego de 39 semanas de un embarazo completamente normal. Transcurrió sólo media hora entre la llegada al sanatorio y el nacimiento. Llegué con 8 cm de dilatación y el tiempo suficiente para subir a la sala de partos, ponerme una bata y recostarme en la camilla. 
          Fueron tres pujos, y escuché el: "muy bien Julieta, lo estás haciendo bárbaro" de la obstetra. La sentí salir y escuché su llanto. Vi las lágrimas emocionadas de mi esposo y luego mis ojos se detuvieron en ella, en su perfil derecho, mientras la acercaban a mi, para apoyarla unos segundos en mi panza. La abracé y la sentí cálida y llena de vida. Todo era alegría y un inmenso alivio, lo peor ya había pasado.
          La pediatra se llevó a la bebé a una salita contigua, separada de la sala de partos por una ventana. Mientras la obstetra cosía un desgarro consecuencia de los 3,600 kg de Alma, yo miraba a través de la ventana. Miraba a la pediatra y me detuve en la seriedad de su cara. Ella le habló a mi marido, que unos segundos antes se había asomado para ver a la bebé. "...lo demás todo bien", llegué a escuchar y sentí el miedo más inmenso y desolador. Pensé  en un problema del corazón, en una malformación... no sé. Lo que jamás se me cruzó por la mente es el Síndrome de Down.
          Empecé a gritar llamando a mi esposo: "Claudio qué pasó?, Claudio vení, qué pasa?"
Él  se acercó a la camilla y nuevamente, con lágrimas en los ojos (pero ahora de profundo dolor) me dijo: "parece que tiene síndrome de Down". Grité un " ¡Ay no!" que salió de lo más profundo de mi ser y comencé a llorar, hasta que apoyaron a mi hijita en mi pecho y nos taparon a ambas con una manta. 
          La camilla comenzó a moverse hacia la habitación, en el trayecto mas allá del dolor pensaba como se lo íbamos a decir a las abuelas que estaban afuera expectantes y emocionadas.
          A seis meses  de esa tarde de jueves, puedo decir que lo vivido en la sala de partos fue uno de los recuerdos más dolorosos de mi vida, y me llena de tristeza que coincida con el nacimiento de uno de mis tres grandes tesoros, que son mis hijos. No fue jjusto que la llegada al mundo de una criatura tan hermosa, tan amada y llena de luz; se haya visto opacada con tanta tristeza.

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