Estuve releyendo la primera entrada de este blog, en la que relato el parto y toda la carga de sentimientos y sensaciones que llevé a cuestas durante esas horas y me duele recordar lo terrible que me sentí, lo que me costó conectarme con la inmensa alegría que supone la llegada de un hijo.
Me gustaría volver el tiempo atrás y vivir el día del parto y los días posteriores con la más inmensa felicidad. Pero no se puede viajar en el tiempo... las tristeza, el corazón estrujado, el miedo, la incertidumbre, la culpa...no se pueden resetear. Las cosas pasaron como tenían que pasar, y a pesar de todo no salieron del todo mal, porque en medio de la angustia, encontramos sabiduría para seguir adelante y darle lo mejor a nuestra hija.
Desde su primer minuto de vida Alma tuvo todo el amor, de sus padres, hermanos y de la familia entera. Sintió los más sinceros abrazos y mimos; tuvo su leche materna, que frente a los malos pronósticos, pudo extraer con su perseverancia y la insistencia de mamá. Y así, durante estos hermosos 11 meses que nos regaló nuestra beba, festejamos cada día, cada logro, cada sonrisa y cada minuto de verla sana y feliz. Las rutinas y las cargas extras ( sesiones de estimulación, mayor cantidad de controles y estudios médicos) fueron y son una parte más de nuestra vida, un color más de de nuestro arco iris.
Quizá, esta entrada sea leída por papás que recién comienzan este camino, que no quiero definir como duro, especial, difícil o diferente. Es sólo un camino... con rectas, con curvas, con cuestas, con bajadas, con zonas señalizadas que te tranquilizan y con otras en las que esperas el cartel que te indique que vas en la dirección correcta. Y en ese camino, descubrís que no estás solo, te encontrás con personas que van para el mismo lugar que vos y otras que van en sentido contrario; algunas te registran y te acompañan, otras te ignoran y siguen su camino y algunas ( pocas por suerte) intentan desanimarte para que frenes y no puedas seguir.
Una de las cosas que aprendí es que el principal motor para avanzar, es tu propio hijo/a. Después esta la familia, tan importante y en tercer lugar la gente capacitada para ayudarte (cuesta encontrarla, pero existe), profesionales formados integralmente, que sepan hacer y que sepan sentir.
Si pudiera volver a aquella tarde en la que nació Alma y a esos primeros días tan difíciles, cambiaría algunas cosas:
Desde su primer minuto de vida Alma tuvo todo el amor, de sus padres, hermanos y de la familia entera. Sintió los más sinceros abrazos y mimos; tuvo su leche materna, que frente a los malos pronósticos, pudo extraer con su perseverancia y la insistencia de mamá. Y así, durante estos hermosos 11 meses que nos regaló nuestra beba, festejamos cada día, cada logro, cada sonrisa y cada minuto de verla sana y feliz. Las rutinas y las cargas extras ( sesiones de estimulación, mayor cantidad de controles y estudios médicos) fueron y son una parte más de nuestra vida, un color más de de nuestro arco iris.
Quizá, esta entrada sea leída por papás que recién comienzan este camino, que no quiero definir como duro, especial, difícil o diferente. Es sólo un camino... con rectas, con curvas, con cuestas, con bajadas, con zonas señalizadas que te tranquilizan y con otras en las que esperas el cartel que te indique que vas en la dirección correcta. Y en ese camino, descubrís que no estás solo, te encontrás con personas que van para el mismo lugar que vos y otras que van en sentido contrario; algunas te registran y te acompañan, otras te ignoran y siguen su camino y algunas ( pocas por suerte) intentan desanimarte para que frenes y no puedas seguir.
Una de las cosas que aprendí es que el principal motor para avanzar, es tu propio hijo/a. Después esta la familia, tan importante y en tercer lugar la gente capacitada para ayudarte (cuesta encontrarla, pero existe), profesionales formados integralmente, que sepan hacer y que sepan sentir.
Si pudiera volver a aquella tarde en la que nació Alma y a esos primeros días tan difíciles, cambiaría algunas cosas:
- Lloraría sólo de alegría.
- Presentaría a mi hija, feliz y orgullosa.
- Abrazaría mucho más a mis tres hijos y a mi marido.
- No sentiría miedo.
- Cerraría mis oídos a pronósticos desoladores.
- Me reiría más.
- Me sacaría más fotos con mi beba y tendría la cara más luminosa y llena de felicidad.
- Le hablaría más a mi hija y le diría lo genial que lo vamos a pasar juntas.
- No sentiría culpa.
- Perdería menos tiempo y energía observando las características físicas de mi hija que confirman su condición genética.
- Negaría menos y aceptaría más.
- Leería menos documentos médicos sobre SD y leería más testimonios de padres que atravesaron antes esta situación.
¿Que cosas no cambiaría?:
- A mi hija.
- A la sabiduría de mis hijos mayores y a la hermosa relación que tienen con su hermana.
- A mi marido y el especial amor que tiene por sus tres hijos.
- La contención y el apoyo brindado por la familia.
- Mucha gente maravillosa que encontré en el camino, que si bien no tiene en su familia personas con discapacidad, es sumamente sensible y sincera.
- Los profesionales que elegí para colaborar en el crecimiento y desarrollo de Alma. Personas muy capacitadas y con una calidez humana excepcional.
- La confianza que tengo en mi hija.
- El amor inmenso que nos transmitimos con sólo mirarnos.