lunes, 23 de septiembre de 2013

El tiempo pasa...casi 11 meses!

El 25 de septiembre Alma va a cumplir 11 meses. No puedo creer la velocidad con la que pasó el tiempo. El año pasado a esta altura, estaba preparando las últimas cositas para esperar a mi beba, comenzaba la licencia en el trabajo y recuerdo sentirme muy cansada pero sumamente feliz, sin miedos, sin ansiedad. Todo marchaba perfecto, la gordita ya estaba en posición para nacer, y me hacía sentir su vitalidad con sus frecuentes movimientos y vigorosas pataditas.
Estuve releyendo la primera entrada de este blog, en la que relato el parto y toda la carga de sentimientos y sensaciones que llevé a cuestas durante esas horas y me duele recordar lo terrible que me sentí, lo que me costó conectarme con la inmensa alegría que supone la llegada de un hijo.
Me gustaría volver el tiempo atrás y vivir el día del parto y los días posteriores con la más inmensa felicidad. Pero no se puede viajar en el tiempo... las tristeza, el corazón estrujado, el miedo, la incertidumbre, la culpa...no se pueden resetear. Las cosas pasaron como tenían que pasar, y a pesar de todo no salieron del todo mal, porque en medio de la angustia, encontramos sabiduría para seguir adelante y darle lo mejor a nuestra hija.
Desde su primer minuto de vida Alma tuvo todo el amor, de sus padres, hermanos y de la familia entera. Sintió los más sinceros abrazos y mimos; tuvo su leche materna, que frente a los malos pronósticos, pudo extraer con su perseverancia y la insistencia de mamá. Y así, durante estos hermosos 11 meses que nos regaló nuestra beba, festejamos cada día, cada logro, cada sonrisa y cada minuto de verla sana y feliz. Las rutinas y las cargas extras ( sesiones de estimulación, mayor cantidad de controles y estudios médicos) fueron y son una parte más de nuestra vida, un color más de de nuestro arco iris.
Quizá, esta entrada sea leída por papás que recién comienzan este camino, que no quiero definir como duro, especial, difícil o diferente. Es sólo un camino... con rectas, con curvas, con cuestas, con bajadas, con zonas señalizadas que te tranquilizan y con otras en las que esperas el cartel que te indique que vas en la dirección correcta. Y en ese camino, descubrís que no estás solo, te encontrás con personas que van para el mismo lugar que vos y otras que van en sentido contrario; algunas te registran y te acompañan, otras te ignoran y siguen su camino y algunas ( pocas por suerte) intentan desanimarte para que frenes y no puedas seguir.
Una de las cosas que aprendí es que el principal motor para avanzar, es tu propio hijo/a. Después esta la familia, tan importante y en tercer lugar la gente capacitada para ayudarte (cuesta encontrarla, pero existe), profesionales formados integralmente, que sepan hacer y que sepan sentir.
Si pudiera volver a aquella tarde en la que nació Alma y a esos primeros días tan difíciles, cambiaría algunas cosas:

  1. Lloraría sólo de alegría.
  2. Presentaría a mi hija, feliz y orgullosa.
  3. Abrazaría mucho más a mis tres hijos y a mi marido.
  4. No sentiría miedo.
  5. Cerraría mis oídos a pronósticos desoladores.
  6. Me reiría más.
  7. Me sacaría más fotos con mi beba y tendría la cara más luminosa y llena de felicidad.
  8. Le hablaría más a mi hija y le diría lo genial que lo vamos a pasar juntas.
  9. No sentiría culpa.
  10. Perdería menos tiempo y energía observando las características físicas de mi hija que confirman su condición genética.
  11. Negaría menos y aceptaría más.
  12. Leería menos documentos médicos sobre SD y leería más testimonios de padres que atravesaron antes esta situación.

¿Que cosas no cambiaría?:
  1. A mi hija.
  2. A la sabiduría de mis hijos mayores y a la hermosa relación que tienen con su hermana.
  3. A mi marido y el especial amor que tiene por sus tres hijos. 
  4. La contención y el apoyo brindado por la familia.
  5. Mucha gente maravillosa que encontré en el camino, que si bien no tiene en su familia personas con discapacidad, es sumamente sensible y sincera.
  6. Los profesionales que elegí para colaborar en el crecimiento y desarrollo de Alma. Personas muy capacitadas y con una calidez humana excepcional.
  7. La confianza que tengo en mi hija.
  8. El amor inmenso que nos transmitimos con sólo mirarnos.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

La espera y el nacimiento de Alma

El día 3 de marzo, le insistí a mi mamá para comprar un test de embarazo, ya que ella me había comentado que tenía un atraso. A la tardecita de ese mismo día, salimos a comprarlo.
Llegamos muy rápido a mi casa y “obligué” a mi mamá a que se lo haga, pero, había que esperar que mi papá estuviese con nosotros para que todos compartamos la noticia. De mala suerte para mí, tuvimos que esperar demasiado, ya que a la noche se hizo una cena entre amigos y nos encontramos toda la familia, recién en esa reunión.
Cuando todos comenzaron a irse, ya que era muy tarde, nosotros fuimos uno de los últimos en salir del lugar. En ese momento, mi cabeza estaba centrada en ese test, mi sueño era tener una hermana/o menor…
Llegamos a mi casa, corrimos todos, excepto mi papá que estaba medio shockeado y esperamos a que el  test este hecho. Cuando pudimos verlo, se comenzaron a marcar dos líneas verticales y luego dos horizontales. En ese momento casi me desmayo, estaba demasiado confundida y asustada. Mi hermano, creo que estaba en la misma situación que yo, pero mi papá además de todos esos síntomas, estaba blanco, demasiado pálido, no sé que habrá pensado para ponerse así.
Eran las doce y media de la noche y llamamos a todos nuestros familiares para informarles. Obviamente yo les di la noticia, casi la mejor parte.
Con el paso del tiempo, llegamos a la primera ecografía donde veríamos por primera vez al bebé.  Ese día tan especial fue el 15 de marzo.  Era demasiado chiquitito/a, sus latidos eran de 125 por minuto, estaba en la panza hace seis semanas y media. A mi mamá ya le estaban empezando los vómitos (cosa que yo no podía soportar).
Con esa información, nos dijeron que nacería a fines de octubre o principios de noviembre. Como soy tan adelantada, ya busqué de qué signo iba a ser y a qué escuela iba a ir.
El 7 de mayo, con la segunda ecografía, supimos que era una beba y que tenía 19 semanas y 6 días. Podíamos distinguirla un poco más pero nos fue difícil (en especial a mí, no entiendo nada de eso). Lo único que vi eran puntos blancos y negros que supuestamente eran la cabeza, los brazos, etc. Traté de darle forma como pude.
Dos meses después, el 4 de agosto, mi mamá se hizo la ecografía 4D. En esta pude verla, era muy linda y sana.


El 25 de octubre, era un día en el cual mi hermano y yo teníamos que ir al colegio y hacer toda nuestra rutina. No fue un día común, porque a las cuatro, Agustín (preceptor del colegio) entró a nuestro curso de inglés y me llamó porque mi abuela me había venido a buscar. Entonces le pregunté: "¿va a nacer mi hermana?" Y me respondió un “sí” muy rápido y me pidió que me apure.
Llegamos a la clínica a las 16:08 exactamente y comenzamos a dar vueltas por todos lados buscando a mis papás. No sabíamos ni dónde estaba la sala de partos. Preguntamos como cuatro veces hasta que pudimos llegar. Era un pasillo largo y a lo último había unas enfermeras que me empezaron a preguntar  acerca de mis papás y la bebé.
Esperamos 20 minutos aproximadamente y mis abuelas me dijeron: “¡Sol ahí vienen mirala!”, entonces me doy vuelta y veo a la bebé en el pecho de mi mamá. Las caras de mis papás, eran terribles. Serias, llorosas… ¡algo pasó! pensamos todos.
La media hora que esperamos a que nos dejen entrar a conocer a nuestra hermana fue eterna. Las enfermeras y la partera, nos decían que estaba todo bien, que era sana, pero que nuestros padres tendrían que comunicarnos algo.
Se me pasó muy lento el tiempo, pero en ese ínterin llegaron mis tíos. Les contamos todo lo que había pasado desde que llegamos a la clínica, tenían la misma intriga que nosotros.
La doctora nos dejó pasar a mi hermano y a mí. Entramos rápido a la habitación y la vimos. Era muy linda, pero estaba toda hinchada y su piel un poco lastimada. En ese momento mi papá nos dijo muy directamente que la bebé tenía muchas probabilidades de tener Sindrome de Down. La noticia me pegó bastante fuerte, no sabía que hacer. Sentí un poco de rechazo, de desilusión. En todo el embarazo me había imaginado a mi hermana "normal". Creo que en ese momento mis ojos se pusieron llorosos. Igualmente tratamos de sonreír y de no tener una mala actitud frente a la situación. Llamamos a toda la familia, mi mamá no sabía que decirles, cómo decirles lo que Alma tenía. 

Cuando entraron todos la miraron y la acariciaron. Entonces fue cuando mi mamá les contó. No puedo acordarme de su reacción, porque cada vez que decían las palabras "tiene Sindrome de Down" se me hacía un nudo en la garganta y me empezaban a llorar los ojos, medio imposible se me hizo aguantarlo.
 No me animaba a tocarla, hasta que mi mamá la agarró y dijo "tenela con cuidado" entonces la levanté y rápido me senté en el sillón que había atrás mío. Fue una de las mejores sensaciones.

Ahora, Alma ya tiene 10 meses. La quiero muchísimo y no me importa lo que tiene. Ella es cariñosa, amorosa y creo que le caigo bastante bien. Jugamos un montón cuando yo tengo ganas. Le encanta que le baile y juegue con mi pelo, que lo revoleé para todos lados. Cuando me vé, porque hace mucho tiempo que no lo hace, dice "Ataa", debe ser mi nombre en su idioma. 
Se rie mucho y es lo que quiero que ella haga siempre. Que siempre tenga una sonrisa y que nadie se la quite. Te amo Alma!












Sol