sábado, 3 de agosto de 2013

Primera tarde de plaza.

Los días fríos y cortos de invierno no son muy tentadores para salir a pasear, pero el solcito de esta tarde me convenció y decidí llevar a Alma a la placita. Les pedí  a sus hermanos que nos acompañaran. Costó romper la simbiosis con la computadora, pero lo logré y aunque al principio no estaban muy animados, después les terminó gustando la idea y hasta se subieron a la calesita con su hermana.
Tengo que reconocer que me sentí un poco rara en la plaza...los motivos podría ir enumerándolos:

  1. Estar con mis tres hijos, con diferencias de edades muy marcadas, dos adolescentes y una beba de meses.
  2. Sentir que pasó mucho tiempo desde las últimas veces que llevé a mis hijos a la plaza y que la energía y la forma de percibir las cosas y de percibirme no eran las mismas que años atrás. 
  3. Ver a otros chicos jugando, tan iguales... pero a la vez tan diferentes a mi hija. La única persona con 47 cromosomas en esa plaza, era mi hija. Reconozco que a veces me gustaría cruzarme con más niños con su misma condición, y que no sea algo tan especial o llamativo ver a una persona con síndrome de Down. Realmente no me gusta que miren a mi hija mas de la cuenta, que la inspeccionen con la mirada. 
  4. Interpretar las miradas de la gente, puede resultar interesante y un poco lastimoso a la vez. Hay miradas simpáticas y cálidas; cuyo mensaje puede interpretarse:"tu hija es hermosa, es una beba como cualquier otra"; hay miradas serias y hasta podría decirse...temerosas que transmiten:"tu hija debe ser un gran problema, no me gustaría estar en tus zapatos"; hay miradas que denotan pena; "pobre niñita, pobre mamá" y hay miradas que solo miran, clavan los ojos buscando algún resabio extraterrestre quizá, miradas que no dicen nada pero que molestan un bastante. Hoy traté de no mirar como nos miraban, (aunque tengo que reconocer que en algún momentito se me fueron los ojos para ver la reacción de la gente), traté de disfrutar el hermoso momento que estaba pasando con mis tres hijos.
Con esto que relato, no pretendo juzgar a las personas, porque yo también miré y miro a la discapacidad de la forma que me surge en el momento, de la form a que puedo.Es muy difícil ponerse a pensar como mirar o no mirar al otro para no herirlo. La discapacidad, lo diferente, lo que sale de lo común: incomoda, desestabiliza, asusta, remueve sentimientos y genera reacciones dispares en las personas. Y realmente si me pongo a pensar, yo misma "miré" de las mismas formas que describí arriba, ya sea a otras personas como hasta a mi propia hija. Porque hay días en los que me siento maravillosa y veo a mi hija como a cualquier otro bebé, no percibo diferencias; otros días con un ánimo más oscuro, pienso en que gran problema estoy metida, cuanta preocupación e incertidumbre me genera esta situación. En muchos momentos también me invade la pena, no hacia mí, sino hacia mi beba, cuando pienso en lo que le va a costar lograr determinadas cosas o en aquellas que le van a ser inaccesibles o en los problemas de salud que va a tener que enfrentar.Y otras veces pienso en las características que ese cromosoma extra, esos quinientos genes de más, crean en mi hija y la diferencian de sus hermanos, de su papá y de mí y hasta me cuesta reconocerme en ella. Todos estos sentimientos y controversias, denotan todo lo que me falta aprender junto a mi hija. Y como todo aprendizaje es un proceso; con avances, retrocesos, errores y estancamientos...cuando lean lo que escribo y sientan que desvarío...ténganme paciencia.
Ahora, volviendo al tema  de esta entrada, lo importante, es que Alma disfrutó del paseo. Lo que más le gustó fue la hamaca y en la calesita dio tres vueltas, una con mamá, otra con Sol y la última con Gonzalo. Los hermanos aprovecharon para rememorar la infancia "perdida"...¡le tenían unas ganas a la calesita!...además era la misma calesita a la que ellos iban de chiquitos, sólo que estaba emplazada en otro lugar.
Desde la plaza nos fuimos caminando a visitar a la abuela Miriam (previamente tuve que convencer a los "activos" adolescentes que querían ir en el auto). Una vez allí Gonzalo y Sol le "vaciaron" la heladera, y podría decirse que Almita colaboró en tal fin, comiendo medio flancito. Alma terminó su tarde jugando un poco con la abu, otro tanto con mamá y por último, con una sesión de "estímulo visual" a cargo de su hermana, con un guante luminoso de cotillón espectacular.

En el subibaja.

En la hamaquita.

Pura risa, con mami en la calesita.

Conexión de hermanas.

¿Para qué servirán estas cosas redondas?

El burrito me gustó.

En el trencito.

Y ahora me acompaña mi hermano.



Y ahora, a seguir paseando.

Jugando con Sol y el guante luminoso.




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